martes, 15 de noviembre de 2011

ASÍ "PENSABA" LA IZQUIERDA "ARGENTINA" EN 1945, ¿CAMBIÓ ALGO?

















Escribe: Juan Carlos Serqueiros

Los nazi-peronistas tienen un plan de acción y una dirección única encargada de hacerlo cumplir. Lo aplican escalonadamente, pero con una audacia sin límites, bajo el amparo de la policía. La huelga del 18 de octubre, lograda en parte por la demagogia social, e impuesta por la violencia, así lo demuestra... No hay que llamarse a engaño: el nazi-peronismo sabe actuar audaz y enérgicamente. Esa huelga y los desmanes perpetrados por las bandas armadas peronistas deben ser considerados como el primer ensayo serio de los nazi-peronistas para desencadenar la guerra civil. (Juan José Real, 30 años de historia argentina, Editorial Actualidad, pág. 81).

Esta es la reproducción textual de las palabras pronunciadas por Victorio Codovilla, jefe máximo del Partido Comunista Argentino, en la Conferencia Nacional del mismo, el 22 de diciembre de 1945. Nótese que (además de "obsequiarnos" a los peronistas con el calificativo de "nazis", de achacarnos el ser integrantes de "bandas armadas", de llamarnos "demagogos" y de enrostrarnos la intención de llevar a la práctica ¡nada menos que una guerra civil!) tildaba de "huelga" al asueto pedido a Perón para el día siguiente por el pueblo congregado en la Plaza de Mayo (el primer "¡Mañana es San Perón, que trabaje el patrón!") el 17 de Octubre de 1945.
Pero, contrariamente a lo que diría el Chanchito Porky, eso no es to-to-todo amigos!; porque el órgano oficial del Partido Comunista Argentino, Orientación, decía, refiriéndose al 17 de Octubre:

El malevaje peronista, que repitiendo escenas de la época de Rosas y remedando lo ocurrido en los orígenes del fascismo en Italia y Alemania, demostró lo que era arrojándose contra la población indefensa, contra el hogar, contra las casas de comercio, contra el pudor y la honestidad, contra la decencia, contra la cultura, imponiendo el paro oficial, pistola en mano. (sic)

Y si para muestra no bastara un botón, acá tenemos la frutilla del postre: el inefable (norte) Américo Ghioldi, ¿les suena?, que en el editorial del periódico La Vanguardia, en su edición del 23 de octubre de 1945, escribía:

En los bajos y entresijos de la sociedad hay acumuladas infelicidad y sufrimiento, miseria, dolor, ignorancia, indigencia más mental que física. (sic)

De esta forma “pensaba” la tan mentada izquierda "argentina” (sinceramente, jamás logré comprender qué carajo tiene de "argentina", pero bueno, se sabe: soy muy bruto; así que si alguien me puede desasnar, le estaré más que agradecido), así consideraba a los trabajadores: "los bajos y entresijos de la sociedad" ("concepto" que les viene inculcado por su referente principal, el maniático ese Carlitos Marx, que no debe haber visto un pobre en toda su vida). 
Cabe agregar que esa canalla inmunda, esos miserables dignos del desprecio más olímpico, también tachaban de "fascista" (?) al gobierno de Yrigoyen. Lo cual (más allá de lo mediocre que haya sido el yrigoyenismo), dicho sea así como al pasar; no les impidió a los radicales, siempre tan democráticos ellos, ir codo a codo con los comunistas, socialistas, conservadores y demócrata progresistas en la tristemente célebre Unión Democrática bajo la jefatura del embajador yanqui Spruille Braden, nada menos.
La pregunta que me hago, echando una ojeada sobre la izquierda "argentina" actual es: ¿Cambió algo con respecto a 1945?
Aunque en realidad, sí, es de señalar que algo cambió: ha perfeccionado sus herramientas para ejercer el entrismo que venían practicando desde los 70.
Pero esa... esa es otra historia.

-Juan Carlos Serqueiros-

JUAN LUIS NOUGUÉS









































Escribe: Juan Carlos Serqueiros

En plena “Década Infame” (José Luis Torres dixit, para referirse al período que va desde el derrocamiento de Yrigoyen el 6 de setiembre de 1930, hasta la revolución del 4 de junio de 1943 y que no fue una década, sino que duró casi trece años), la oligarquía tucumana sufriría un buen susto. Y –cosa extraña-, a manos de alguien surgido nada menos que de los estratos sociales más altos, es decir, de la aristocracia: Juan Luis Nougués (n. Tucumán, 01.05.1898).
¿Cómo y en qué contexto se produjo tal fenómeno? Pues eso es aún más extraño todavía, y es lo que voy a tratar, en apretada síntesis, de desarrollar a continuación.
En 1927, el descrédito del radicalismo tucumano en función de gobierno, llevó a que un joven e impetuoso Juan Luis Nougués ganara las elecciones municipales y acertara a llevar adelante una obra esforzada, fecunda, eficaz, y fundamentalmente; con un profundo contenido social.
El prestigio ganado (sobre todo entre el pobrerío, o sea, por aquel entonces, el 90% del electorado, porque los recursos económicos para solventar su plan de urbanización y mejoras sociales, Nougués se los sacó a los ricos (¿y a quién, si no?) -y entre esos ricos, a su propia familia- a través de esa gestión, lo llevaría a alzarse con la victoria en los comicios de fines de 1931, en los que resultó electo gobernador, merced a la abstención de los radicales (que como es habitual en ellos, no entendían nada). 



Empezaba así el calvario de Nougués, que habría en adelante de sufrir la cerrada, tenaz y despiadada oposición y crítica, no sólo de la oligarquía "de derecha" (los conservadores, resentidos con él por lo que ellos consideraban exacciones en su perjuicio, ocasionadas durante su período como intendente), sino además; de la oligarquía "de izquierda" (que también la había y la sigue habiendo).
Juan Luis Nougués pretendió encarar reformas de fondo y meter el bisturí hasta el hueso en procura de implantar en la provincia la justicia social. Para ello, había concebido un ambicioso proyecto de obras públicas (caminos, escuelas y viviendas), con el cual pensaba resolver de un plumazo y simultáneamente, los tres problemas que lo desvelaban: la desocupación, la salud y la educación.
Claro, había un pero (siempre hay un pero); porque Nougués planeaba financiar su proyecto de obras públicas con los impuestos, principalmente a la industria azucarera, mas éstos ya habían sido liquidados con antelación por los gobiernos que lo precedieron; de modo que quiso aplicarles a los ingenios un impuesto adicional de… $ 0,02 por kilo de azúcar (sí, leyeron bien, dos centavos por kilo) y ahí se armó la cuestión: la oligarquía de derecha y de izquierda, los diarios (La Gaceta a nivel provincial, y La Nación, La Prensa y Crítica a nivel nacional), los radicales y hasta el gobierno nacional del presidente Agustín P. Justo, constituyeron una alianza formidable contra la cual no sólo no podría Nougués, sino que no podría nadie; era demasiado para cualquiera, por fuerte, popular, honesto y bienintencionado que fuese. Para colmo, Nougués había llevado al ministerio de gobierno al periodista combativo José Luis Torres, cuya figura era para el establishment, directamente intragable.

Así las cosas, la oligarquía de izquierda no le perdonaba a Nougués el cagarse en Carlitos Marx, la oligarquía de derecha no le perdonaba a José Luis Torres sus virulentos ataques, y en fin, ambas oligarquías (en el fondo y siempre, una sola) consideraban que había que voltearlos sí o sí.
Y los voltearon: primero cayó José Luis Torres, a pesar de que Nougués lo sostuvo a muerte, y después; la intervención federal acabó con el gobierno de este último.
Injuriado y pobre (toda su inmensa fortuna particular la gastó en la política; baste con decir que todos los gastos protocolares del gobierno los solventó de su propio peculio), terminaría por morir de resultas de un accidente cerebro vascular en un más que humildísimo y reducido departamento el 9 de marzo de 1960.

En Tucumán la justicia social quedaría postergada hasta el advenimiento de Juan Domingo Perón; pero esa... esa es otra historia, querido lector.

-Juan Carlos Serqueiros-

HISTORIAS DE PAYADORES: UN DUELO




Escribe: Juan Carlos Serqueiros

En 1956 (año de mi nacimiento tenía que ser...) los dos más trascendentales y populares payadores uruguayos: don Carlos Molina y don Héctor Umpiérrez, iniciaron arriba del escenario un duelo que comenzó con las guitarras y que siguió luego, abajo del mismo; pero con los facones.
¿El asunto? Una nada... cosas de la política, pensamientos encontrados, opiniones distintas. Cifra va, cifra viene; ironía va, ironía viene... y se armó nomás la pelea.

Don Carlos Molina era un payador de los llamados libertarios, de ideas anarquistas; y don Héctor Umpiérrez era… bueno, sabría él lo que era, porque cuesta encasillarlo. Particularmente, creo que fue lo que hoy consideraríamos un nacionalista de derecha. La cuestión es que lo ideológico se puso, por esas cosas del destino, por encima de lo artístico, y ambos criollos se trenzaron a cuchillo.
Don Carlos Molina le dio unas cuantas puñaladas a su contendiente, quien tuvo que ser llevado de urgencia a un hospital, en el que los médicos lograron salvarle la vida. Se organizó, por iniciativa de una emisora, una misa que fue transmitida por radio, para que la gente rezara por la recuperación de Umpiérrez.
Como él mismo lo afirmara durante el multitudinario asado que se hizo con motivo de celebrarse, el 24 de junio de 2008, su último cumpleaños; se salvó “sólo por voluntad de Dios”.
En esa ocasión, un Umpiérrez visiblemente emocionado, relató a sus invitados el rumbo de los pensamientos que lo llevaron a perdonar a su viejo adversario Molina, y cómo resolvió, en ese orden de ideas y sentimientos, asistir a la despedida de sus restos cuando don Carlos falleció, en 1998.
Don Carlos Molina murió el 30 de agosto de 1998 y don Héctor Umpiérrez el 4 de noviembre de 2009.
Vaya uno a saber en qué dimensión se andarán entreverando las guitarras de estos dos extraordinarios payadores…